Marte. Por fin. De ningún otro planeta más allá de la Tierra se ha hablado ni se ha imaginado tanto. Quizás Saturno, por sus anillos. Venus, por ser el lucero del Alba o Júpiter, porque es simplemente el Rey del Sistema Solar. Pero Marte y sus marcianos... bueno, vamos a estudiarlo, a ver si algo te suena.
Marte es un viejo conocido por la humanidad. Es especial, porque para empezar, y como cualquier otro planeta, se mueve en el cielo un poco a su aire. Con esto quiero decir que cuando aparece, no lo hace siempre en el mismo punto de la misma constelación, como lo hace cualquier estrella, si no que va cambiando de unas a otras a lo largo del tiempo. Supongo que ya sabes que se mueve siempre por las constelaciones zodiacales o, lo que viene a ser lo mismo, por la eclíptica. De un día para otro, apenas lo notas, pero si tardas unos días, sí que te puedes dar cuenta de que cambia su posición. Pero es que además de ese movimiento alegre, su color, el rojo, le da un toque aún más especial. Fue debido a ese color sangre por lo que los romanos le asignaron el nombre de Marte, Dios de la guerra. Y no solo ellos: los babilonios los llamaban Nirgal, los griegos Ares y los hindúes Mangala, todos ellos dioses de la guerra y de la muerte.
Hay años buenos y años malos para ver Marte. Cuando mejor se ve es cuando está cerca de la Tierra, es decir, alineado con nosotros y con el Sol. Esto sucede cada 780 días.
Los próximos días estudiaremos este maravilloso planeta. Nos interesa por varios motivos. Primero, es guay verlo, con ese color rojizo. Segundo, es muy parecido a la Tierra y seguramente en el pasado se pareció todavía más, con todo lo que ello conlleva. Y tercero, quién sabe, quizás sea un día un futuro hogar para los seres humanos...
Seguimos con la siguiente entrada: Marte II, características.
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